La intrincada belleza de un diamante va más allá de su brillo deslumbrante, y abarca una anatomía cautivadora que cuenta la historia de su brillo. La anatomía de un diamante se compone de varios elementos esenciales, cada uno de los cuales contribuye a su atractivo excepcional.
En el corazón de un diamante se encuentra la "mesa", la faceta superior plana que sirve como ventana a la profundidad de la piedra. Debajo de la mesa irradian "facetas", superficies meticulosamente cortadas que interactúan con la luz, dando como resultado un fascinante juego de brillo y fuego. La "corona" forma la parte superior y el "pabellón" la parte inferior, uniéndose en el "cinturón", el borde más ancho del diamante.
El "corte" de un diamante es primordial e influye en su brillo y apariencia general. El grado "color" mide la ausencia de color, desde incoloro hasta amarillo claro. El grado de "claridad" evalúa los defectos internos o "inclusiones" y las imperfecciones externas. Por último, el peso en "quilates" refleja el tamaño del diamante.
La anatomía de un diamante refleja su viaje desde la piedra en bruto hasta la gema exquisita, y cada faceta y característica contribuye a su personalidad única. En Emily Burlington celebramos el arte y la ciencia detrás de los diamantes, ofreciendo una selección que encarna tanto la belleza como el carácter. Explore nuestra colección y descubra las intrincadas historias que cada diamante tiene para contar.